Cuando estuve estudiando en Alemania, asistí a un curso llamado Creative writing in English (escritura creativa, vaya). La primera tarea fue escribir un texto sobre nuestro nombre, basado en un texto del libro The house on Mango Street (muy recomendable, por cierto) de Sandra Cisneros. Esto es lo que salió:
Of all the names on Earth that my parents could have chosen for me, finally Iciar was the one. Iciar… Iciar means repeating my name at least twice and spell it at least three times. It means strange and not common. It links me to the North, though I’m always connected to the South. Iciar sounds like blue, but not blue like the sky but blue like the sea. It tastes like salt, it feels like sand slipping through my fingers. In Spanish sounds serious, though it’s not. In English sounds “easier”, though it’s not. In German sounds difficult, though it’s not. I find it curious and special. Like a new song you don’t like in the beginning, but you end up loving. Like the food you used to hate as a kid and now you couldn’t live without. Like and impressionist painting you have to come close and far to really appreciate.
Soy muy de pararme a pensar y reflexionar mucho acerca de todo. Releo este texto (escrito en marzo de 2014) y hoy lo siento como recién salido de mi bolígrafo. Me despierta una sensación que todos hemos tenido alguna vez: la búsqueda de un sitio y la búsqueda de una identidad. ¿Quién soy? Y más importante: ¿Quién quiero ser? En los últimos tres años esas dos preguntas me perseguían más que nunca, obteniendo siempre respuestas inseguras, no del todo asentadas. Mis dos años fuera de España fueron algo así como un combate de boxeo: una experiencia cargada de adrenalina en la que cada día es excitante, pero en el que a veces recibes un derechazo que te pone contra las cuerdas. No pasa nada, rebotas y vuelves al cuadrilátero. La vida no se para. Tanto la adrenalina de la novedad y de las cosas buenas como los derechazos me enseñaron mucho sobre quién soy, sobre mis límites (muchas veces sobrepasados, muchas otras infranqueables), sobre mis debilidades y mis fortalezas.
Al mismo tiempo iba respondiendo poco a poco a ese “quién quiero ser” que nos atenaza en muchas etapas a lo largo de la vida. Parece fácil. Pero no se trata sólo de fantasear acerca de nuestra mejor versión. Se trata de enfrentarse a uno mismo, ser sincero con el reflejo que nos devuelve el espejo y trabajar cada día por pulirlo. Ser sincero con las cosas que esperas de la vida y las cosas que quieres y puedes conseguir. Y tras esa búsqueda, encontrar una manera coherente de vivir cada día de la mejor manera posible. Me considero afortunada por estar encontrando mi sitio poco a poco y de que las cosas vayan cayendo por su propio peso. Por lo menos para esta etapa… ¿Quién sabe qué me espera y cuántas cosas nuevas voy a aprender?
Y todo esto por reflexionar sobre mi nombre. Ya os advertí de lo que me gusta pensar en las pequeñas cosas que encierran significados gigantes…
Para cenar hoy: un brocoli riquísimo que ha cocinado mi padre (le ha dado por la cocina últimamente, y nosotros encantados).
Frase del día: «No importa lo deprisa o despacio que vayas, lo que importa es la firmeza de tus pasos».
Canción del día: Esta preciosidad de la que me he enamorado últimamente Home – Dan Croll