El guion

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Vivo en una ciudad gris. Gris piedra. Gris cemento.

En mi ciudad todos tenemos un papel. Todos sabemos qué hacer, cómo vivir. Cada uno de nosotros tiene un guion. Lo consultamos cada mañana. Lo consultamos a cada instante para saber qué hacer, qué decir, cuándo hablar y cuándo sonreír. Y todo está escrito en el guion.

Esta mañana me desperté. Encendí la luz y puse mis dos pies en el suelo enfundándolos en las zapatillas: primero la izquierda y luego la derecha. Descorrí las cortinas y miré hacia la mesilla. Sobre ella descansaba el guion del día.

Lunes. 26 de septiembre. Nublado. Temperatura: 16º. Resumen de tareas del día: ducha; puesta a punto (ropa de trabajo); desayuno en casa (tostada, café); cepillado de dientes; acudir a puesto de trabajo (andar, metro, andar); acudir a reunión social (bar, detalles de localización más adelante) con amiga (Silvia) y cenar (detalles de la comida más adelante); volver a casa (metro, andar); cepillado de dientes; dormir (8h).

 

En marcha. Después de la ducha, de arreglarme, de la tostada y del café me dispongo a salir. Agarro el guion, subo la cremallera de mi abrigo y salgo a la calle. Hace fresco a las 8 de la mañana. Y algo de viento. El guion dice que todos los días debo girar a la derecha y después a la izquierda y tomar la línea 5, la que desemboca en la puerta de mi trabajo. Me detengo ante un semáforo y espero al pequeño peatón verde que me indica que cruce. Atravieso el paso de cebra y giro a la izquierda, como está escrito.

 

Pero… de repente algo sucede. Justo cuando estoy acabando el giro para seguir por la calle que me lleva al metro… Un golpe de viento me encuentra por sorpresa y hace saltar por los aires cada una de las páginas de mi guion. Todas vuelan, algunas caen al suelo y continúan su camino, libres, despojadas de toda atadura, como pájaros silvestres. El viento las esparce por toda la ciudad. Y yo las miro marchar. No puedo creerlo. Esto no estaba escrito. Estas cosas NO pasan. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué se supone que debo decir? ¿Cómo se supone que debo reaccionar?

Siempre hemos tenido un guion. Todos lo tenemos. Así es como sabemos qué hacer. Así conocemos el próximo paso a seguir.  Así sabemos la próxima frase a expresar. Por primera vez en mi vida no sé qué es lo que se espera de mí. Miro alrededor y todas las personas repasan absortas su guion. Pero… un momento… Ahí, puedo verlo. Puedo ver a un hombre joven. Mientras todos los demás caminan con la cabeza baja, metida entre páginas blancas, él observa a su alrededor. Está esperando a que el siguiente semáforo se ponga en verde. Mis pies están paralizados, pero debo hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Me acerco. Le miro y automáticamente bajo los ojos.

  • No llevas guion…
  • Se me perdió hace tiempo. Las nieves de febrero me lo extraviaron.
  • Y… ¿Cómo vives? ¿Cómo sabes qué hacer? No puedo vivir sin saber el siguiente paso. No puedo tomar decisiones, no puedo…
  • ¿Nunca deseaste cambiar una respuesta, elegir otra opción o cruzar otra calle?
  • No… Me limité a seguir las instrucciones.
  • Aún no puedes verlo, pero desde hoy se ha abierto ante ti un mundo lleno de posibilidades. A partir de hoy vivirás una vida… sin guion…

 

Para cenar hoy: brocoli y croquetas (nada como cenar en casa después de un día intensito).

Frase del día: «Es imposible vivir sin fallar en algo. A menos que vivas tan prudentemente que ni siquiera hayas vivido en realidad» J. K. Rowling

Canción del día: Los que saben – Vetusta Morla

Días nada y días todo

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Hay una chica en esta ciudad que, antes de leerse un libro, primero lee siempre el final. Si no le gustan las últimas páginas, lo desecha sin perder un minuto. Y si le gustan, decide darle una oportunidad.

 

Hay otra chica en esta ciudad que se niega a ver los trailers de las películas. Prefiere entrar en el cine y que la magia haga su efecto, que la sorpresa la abrume… O que la mate de aburrimiento, claro…

 

¿Cómo es más feliz la vida? ¿Sabiendo los finales o no conociendo siquiera los principios?

 

La vida avanza y nos regala cada día. Hay días buenos en que la sonrisa se sale de la cara, el suelo parece de seda, las calles se visten de domingo y todas las personas son bellas. Hay días malos en que un mar de lágrimas nos ahoga poco a poco el corazón, los huesos pesan más que ayer, la comida no sabe a nada y el tiempo se arrastra a paso lento. Y el resto de los días pasan casi sin pasar. De puntillas. Se deslizan furtivos, escurridizos, silenciosos. Apenas te das cuenta de que hace un segundo estaban ahí, justo delante. Son ‘días nada’, transparentes, incoloros, indoloros. Días sin más. Días sin menos.

Que la vida no se te pase centrada ni en los días de seda, ni en los días de lágrimas. La clave está en los ‘días nada’. Los ‘días nada’ están llenos de posibilidades, de cosas por decir y de instantes que rebosan infinitos finales. Los ‘días nada’ son la búsqueda del equilibrio entre la pena más honda y la alegría más exultante. Pero los días nada pueden transformarse en Días Todo con un simple cambio: la soledad y la ilusión. No es cursi. Es magia.

Soledad para encontrar respuestas, anotar mentalmente los errores y curar las heridas. E ilusión por los detalles más tontos e insignificantes, pero que para uno mismo marcan la diferencia. Esos que, con la boca pequeña, también nos provocan una sonrisa, casi sin querer. La vida está plagada de ‘días nada’ por descubrir y por explotar.

 

Quizás conozcamos el final o quizás preferimos sorprendernos con lo que venga. Pero cada día es una oportunidad para tenerlo todo en lugar de que no pase nada.

 

Para cenar hoy: tortilla de patata. La de mi madre. La mejor del mundo, por supuesto 🙂

Frase del día: «No mires hacia atrás con ira ni hacia delante con miedo, sino alrededor con atención» J. Thurker

Canción del día: Muy apropiada… y bellísima Come rain or come shine – Bill Evans Trio

 

3, 2, 1… ¡IMPRO!

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Mi historia de amor/fascinación/terror visceral con la improvisación teatral empezó hace tiempo. Concretamente hace 8 años desde una butaca, como espectadora, y hace 7 como aprendiz. Tras un breve idilio de un fin de semana de curso intensivo (¡¡¡gracias Javi Pastor!!!)que me sirvió de inicio (pero tras el que no me animé a seguir), me dediqué a observar fascinada, mirando hacia el escenario, a todos los improvisadores a los que iba a ver. Clases, matches, espectáculos varios… No podía dejar de admirar a esas personas que, de la nada, con un sólo estímulo eran capaces de crear una historia. De la nada, de sus cabezas, de su ingenio y agilidad mental, de su vis cómica, de su niño interior que no tiene miedo a inventar, jugar y hacer el ridículo si hace falta. Historias. Historias con principio, nudo y desenlace. Historias en su mayoría cómicas, algunas trágicas o melancólicas.

La improvisación teatral, para quien no lo sepa, se basa en eso: en estímulos o motores externos del público (un título, un lugar, una situación, una relación con otro improvisador…) que permiten al actor crear una historia partiendo desde cero.

Y hace dos meses me decidí. En enero me enfrenté a mi terror visceral y… le saqué la lengua. Me apunté a un curso de improvisación (al que voy cada viernes) y hoy he asistido por primera vez a otro. Hoy he sobrepasado una línea (más mental que de otro tipo, la verdad) que es la razón por la que me apunté y el miedo que más pavor me daba superar: LOS PENALTIS. Sí, tenedores. He salido sola al escenario vacío, me he posicionado con una postura al azar, me han dado un título y he improvisado una frase en unos segundos. Eso es un penalti. Y he hecho dos. Y, ¿sabéis? Me ha encantado…

Para cualquiera puede suponer una tontería, pero ¿quién de aquí se atreve a mirarle a la cara al miedo y vencerle? ¿Quién se atreve a usar como arma tu mente y como campo de batalla el escenario? La adrenalina es imparable, y el hervidero de ideas en tu cabeza irrefrenable. Pero al final el niño travieso se impone al adulto, el juego le gana la partida a las convenciones, el ridículo se lleva de calle a la vergüenza. Y es que… ¿acaso no vivimos la vida cada día improvisando?

Para cenar hoy: ensalada, espárragos y… cerveza. No necesariamente en ese orden.

Frase del día: «El 90% del éxito se basa simplemente en insisitir» Woody Allen

Canción del día: It girl – Pharrell Williams. Porque sí, porque los triunfos hay que bailarlos.

Buenas noches, tenedores.

Imperfectamente…bella

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Anoche tuve un sueño. Aún puedo recordarlo con detalle…

Abro los ojos en una preciosa playa. Estoy completamente sola. Estoy desnuda. Sonrío. Siento la arena suave deslizarse entre mis pies mientras camino con decisión. El agua es de un azul hipnótico. Al principio está fría, pero no lo pienso y ando hasta que me cubre. Floto. El sol brilla intenso y desafiante, casi me sonríe. El agua me sostiene, me mece y me refresca.

Salgo del agua y puedo sentir mi piel tostándose. Me siento tan bien que una canción suena en mi cabeza. Y bailo. Mis caderas ondean traviesas como las olas, se mueven al ritmo de una melodía que sólo yo conozco. Todo mi cuerpo se suelta, sin verdades absolutas ni juicio alguno o crítica. Me siento fuerte, me siento imperfectamente bella en mi piel hecha de rectas y curvas que simplemente disfrutan, se dejan llevar sin pretensión o meta alguna. Respiro libertad a bocanadas. Me siento bien, me siento viva. No necesito nada. Estoy tan feliz que desprendo luz y calor. Me río a carcajadas.

El viento juega con mi pelo a su antojo, y yo le dejo hacer. Cierro los ojos. Huele a sal. Qué bien.

Estoy viva, soy fuerte, soy libre, soy feliz, soy imperfectamente bella.

 

La alarma de mi móvil vuelve a sonar… Son las 7:35 de la mañana otra vez. Sonrío… Tengo granitos de arena en los pies. Aún me quedan restos de sal en la piel. Mi pelo está despeinado por la brisa… Hoy va a ser un buen día.

 

Para cenar hoy: sopa de arroz y té de buenas noches.

Frase del día: «La belleza comienza con la decisión de ser uno mismo» Coco Chanel

Canción del día: Into giants – Patrick Watson

 

Capítulo 1: Probando suerte…

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Got: la historia de una gota de agua que quiso ver mundo

El monte está verde y húmedo por las frías lluvias del invierno. Los altísimos pinos miran desafiantes a las nubes, como queriendo demostrar que no les tienen miedo. Hoy el cielo está empezando a encapotarse y los animales se ponen a cubierto en su guarida: se avecina tormenta…

Got observa todo a su alrededor desde su nube. Es una gota tremendamente curiosa y, siempre que puede y nadie la está vigilando, se asoma para mirar hacia abajo. ¡Cuantísimas cosas hay por ver! Bosques, ríos, cuidades… ¡Paisajes de todas clases! Got sabe que todavía no es tiempo para caer, se lo han repetido muchas veces… Pero ella quiere ver mundo. No entiende cómo el resto de sus compañeras gotas pueden aguantar tanto tiempo en la nube y no tienen deseos de bajar cuanto antes.

Got quiere conocer el tacto de la tierra, quiere oler las flores y escuchar el ritmo frenético de los semáforos. Quiere sentir por sí misma esas cosas de las que sólo ha escuchado hablar. Y quiere probar un sentimiento nuevo del que sólo es consciente vagamente: la libertad. Se le llena la boca al pronunciar esas dos palabras. La idea de irse, de volar, es tan fuerte que casi le da miedo. Pero… aún no puede. No es el momento de saltar.

De repente… Relámpagos y rayos por todas partes. La tormenta ha estallado. La nube de Got y las nubes vecinas se revolucionan. Todas las gotas van de un lado para otro a toda velocidad a un ritmo de vértigo.

– ¡A mi señal!- Grita la gota resposable de la nube de Got.- Primer turno: ¡una, dos y tres!

Cientos de pequeñas gotas se precipitan al vacío y caen rapidísimo. El viento las dirige en diagonal y las empuja hacia el suelo de forma brutal. Got las ve bajar con una mezcla de miedo y ganas a partes iguales.

– Segundo turno.- Got no puede aguantarse.- ¡Una! – Las ganas son más fuertes que el miedo. – ¡Dos! – Got se ha olvidado de que no podía irse todavía. – ¡TRES!

Got salta. Cae veloz y el viento no tarda en azotarla. Las cosas empiezan a hacerse cada vez más y más grandes. El bosque está cada vez más cerca, peligrosamente cerca… Y ¡pum! Choca contra una roca…

Ese segundo antes de tomar una decisión transcendental. Ese en el que al final decides lanzarte al vacío… y probar suerte. CONTINUARÁ

 

Para cenar hoy: PIZZA!!! Y, ¿adivináis? Té 🙂

Frase del día: «Toma riesgos: si aciertas, serás feliz; si fallas, serás más sabio».

Canción del día: Preciosidad… Suego Faults – Wolf Gang

En mi mundo…

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Soñar. Qué poco nos permitimos soñar. Yo, sinceramente, tengo el problema contrario. Lo hago demasiado. Pero en esta ocasión no me refiero a tener sueños deseando algo que no tengo o queriendo alcanzar un imposible. No. Me refiero a imaginar, a pintar la realidad con otras formas y otros colores…

 

En mi mundo… en mi mundo no hace un día de viento, es que los árboles le están haciendo cosquillas al cielo, que se está desternillando de risa y son sus carcajadas las que provocan tanto aire. Y el cielo, cuando se nubla, es porque se ha enfadado. Cada noche colorea un boceto de azul que, cuando sale mal, amanece hecho un burruño gris; como cuando tiramos a la basura una bola de papel inservible en la que no conseguimos plasmar lo que queríamos.

En mi mundo… las cucharas son pomperos y los adoquines son pianos que van poniendo banda sonora a mis paseos por Madrid. Cuando hace calor, las farolas son enormes duchas de agua fresca. Los coches, coquetos, me guiñan el ojo con el intermitente. Y si le pego una patada a ese edificio, se tumba al sol y sus inmensos ventanales se transforman en piscinas. Las antenas parabólicas pueden ser enormes camas elásticas para saltar altísimo hacia donde quieras.

En mi mundo… las casas de ladrillos son en realidad gigantescas bibliotecas llenas de libros que puedes leer cuando quieras. Y los relojes son realmente útiles: yo les arranco las manecillas y las uso para remar todo recto rumbo a cualquier parte.

¡Ah! Seguís ahí. Perdonad, me he despistado. Ver otra realidad en cualquier objeto es tan fácil y divertido que se me había olvidado que tengo delante el teclado y a vosotros leyendo. Y es que, siempre con los pies en el suelo, de vez en cuando hay que permitirse ser un poco… niño.

Para cenar hoy: un té de hierbabuena.

Frase del día:«La risa no tiene tiempo, la imaginación no tiene edad y los sueños son para siempre» Walt Disney.

Canción del día: Sailing home – Karen O and The Kids  (recomendadísima película para todos los que soñamos un poco: Where the wild things are)

 

Miedo al papel en blanco

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Tenía que pasar. Al menos una vez había que experimentar este sentimiento. Tres ideas estupendas rondaban mi cabeza (y mis libretas) desde hace una semana con esbozos de lo que hoy quería escribir. Pero no he podido. Ninguna me sirve hoy. No las siento, no me hierven. Hay que buscar otra cosa. Y ha llegado, se ha cernido sobre mí silenciosa la sombra del miedo… del miedo al papel en blanco.

¿Sobre qué puedo escribir hoy? ¿Qué siento? ¿Qué me arde tanto como para vaciarlo y ponerle letras? Las ideas que hay en mis libretas no me describen hoy, habrá que dejarlas para otro martes. Sí, tenedores. Hoy me he visto desarmada. Me enfrento a un duelo sin armas. Y un sendero blanquísimo reclama mis pisadas en la nieve, que no terminan de ajustarse ni de encontrar su sitio. Entonces… entonces habrá que improvisar…

La incertidumbre tiene la mano muy larga y golpea fuerte cuando quiere. Te hiela, te inmoviliza, te deja un regusto amargo. El precipicio, el equilibrista en el alambre, el vaso cayendo al suelo lentamente rozando el aire… No sabes lo que va a pasar segundos después. Y eso te asusta. El miedo a lo desconocido a veces nos atenaza y no nos deja avanzar, saca lo peor de nosotros y nos transforma en versiones pequeñas y débiles de lo que somos. No voy a engañar a nadie: el miedo al futuro (al qué pasará) ha sido una constante en mi vida y me ha hecho dudar mil y una veces. Hasta que me cansé de ser pequeña y débil. Hasta que me deshelé y eché a correr. Pero no en dirección contraria, sino directa al blanco. Miré a la incertidumbre a los ojos y le dije: se acabó. Desde entonces convivimos, o más bien coexistimos pacíficamente. De vez en cuando se encabrita y me pone el cuchillo al cuello y no me deja respirar. Pero acaba dándose por vencida y desiste en su empeño de dominar mis pasos. Sabe que, al fin y al cabo, la batalla está perdida y no va a conseguir nada.

Hoy vivo al día disfrutando de todo lo que hago, me lleno de lo que me rodea y le saco el máximo partido, asumo las malas experiencias y aprendo de ellas. ¿Qué otra cosa puedo hacer, no? La vida es un enorme papel en blanco ante el que no podemos quedarnos parados. ¿Has pensado en la cantidad de ideas, de colores, de sentimientos, de experiencias, de recuerdos y de historias que puedes plasmar en el tuyo? Que la incertidumbre no acorte tus pasos ni les quite brillo. Que el miedo no le robe luz ni perspectiva a lo que tienes por decir. Que la vida no te baje el volumen ni te reste intensidad.

¿Mañana? No sé muy bien qué va a pasar mañana. Lo que sí sé es que, mientras tanto, voy a ser feliz. ¿Y tú?

Para cenar hoy: judías verdes con patatas y té bien calentito.

Frase del día: «Patience is not the ability to wait, but the ability to keep a good attitude while waiting» Joyce Meyer

Canción del día (Más bien TE-MA-ZO): Catch & release (Deepend remix) – Matt Simons

Quién eres y quién quieres ser

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Cuando estuve estudiando en Alemania, asistí a un curso llamado Creative writing in English (escritura creativa, vaya). La primera tarea fue escribir un texto sobre nuestro nombre, basado en un texto del libro The house on Mango Street (muy recomendable, por cierto) de Sandra Cisneros. Esto es lo que salió:

Of all the names on Earth that my parents could have chosen for me, finally Iciar was the one. Iciar… Iciar means repeating my name at least twice and spell it at least three times. It means strange and not common. It links me to the North, though I’m always connected to the South. Iciar sounds like blue, but not blue like the sky but blue like the sea. It tastes like salt, it feels like sand slipping through my fingers. In Spanish sounds serious, though it’s not. In English sounds “easier”, though it’s not. In German sounds difficult, though it’s not. I find it curious and special. Like a new song you don’t like in the beginning, but you end up loving. Like the food you used to hate as a kid and now you couldn’t live without. Like and impressionist painting you have to come close and far to really appreciate.

 

Soy muy de pararme a pensar y reflexionar mucho acerca de todo. Releo este texto (escrito en marzo de 2014) y hoy lo siento como recién salido de mi bolígrafo. Me despierta una sensación que todos hemos tenido alguna vez: la búsqueda de un sitio y la búsqueda de una identidad. ¿Quién soy? Y más importante: ¿Quién quiero ser? En los últimos tres años esas dos preguntas me perseguían más que nunca, obteniendo siempre respuestas inseguras, no del todo asentadas. Mis dos años fuera de España fueron algo así como un combate de boxeo: una experiencia cargada de adrenalina en la que cada día es excitante, pero en el que a veces recibes un derechazo que te pone contra las cuerdas. No pasa nada, rebotas y vuelves al cuadrilátero. La vida no se para. Tanto la adrenalina de la novedad y de las cosas buenas como los derechazos me enseñaron mucho sobre quién soy, sobre mis límites (muchas veces sobrepasados, muchas otras infranqueables), sobre mis debilidades y mis fortalezas.

Al mismo tiempo iba respondiendo poco a poco a ese “quién quiero ser” que nos atenaza en muchas etapas a lo largo de la vida. Parece fácil. Pero no se trata sólo de fantasear acerca de nuestra mejor versión. Se trata de enfrentarse a uno mismo, ser sincero con el reflejo que nos devuelve el espejo y trabajar cada día por pulirlo. Ser sincero con las cosas que esperas de la vida y las cosas que quieres y puedes conseguir. Y tras esa búsqueda, encontrar una manera coherente de vivir cada día de la mejor manera posible. Me considero afortunada por estar encontrando mi sitio poco a poco y de que las cosas vayan cayendo por su propio peso. Por lo menos para esta etapa… ¿Quién sabe qué me espera y cuántas cosas nuevas voy a aprender?

Y todo esto por reflexionar sobre mi nombre. Ya os advertí de lo que me gusta pensar en las pequeñas cosas que encierran significados gigantes…

Para cenar hoy: un brocoli riquísimo que ha cocinado mi padre (le ha dado por la cocina últimamente, y nosotros encantados).

Frase del día: «No importa lo deprisa o despacio que vayas, lo que importa es la firmeza de tus pasos».

Canción del día: Esta preciosidad de la que me he enamorado últimamente Home – Dan Croll

 

Así es como voy a recordarte siempre

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Hoy tendrías 25, probablemente el pelo más corto y es posible que otro coche. Serías ingeniero y seguro que estarías empezando a trabajar. Pero, basta. Esto que estoy escribiendo no pretende ser un homenaje de lágrima fácil. Pretende ser una fiesta de recuerdos de lo que fuiste y de todo lo que nos has dado. He desempolvado el baúl con todas tus anécdotas y las he desgranado en estas palabras. Espero hacerte justicia. Estate atento, que empezamos.

 

Mis primeros recuerdos son de pelo liso y mirada algo enfurruñada. Rodeado siempre de Lego (¡¡¡miles!!!) y juegos de mesa. Recuerdo interminables partidas de oca y parchís con mi hermana Bea y tu primo Yago. Y ese viaje a Disneyland en el que en las atracciones gritábamos “Porque lo que sube… ¡baja!”. ¿Cuántas meriendas y cenas hemos pasado en tu casa todos alrededor de la mesa? Bea, tú y yo sentados en el mismo rincón, lejos de los mayores y cuchicheando para que no nos oyesen los pequeños.

Fuiste creciendo, y esa mirada se fue desenfurruñando, dando paso a una sonrisa algo tímida, a una calma constante, a una madurez exagerada para tu edad. El pelo se te rizó, y te lo dejaste algo más largo. Y fue entonces cuando empezamos a compartir libros. Y música, aunque coincidíamos en algunos puntos y en otros éramos opuestos. ¿Te acuerdas de la Eurocopa? Me encantaba mi vestido blanco, y amenazaste con tirarme a la piscina: “Vale, pero si gana España, me dejas”. Al final acabamos todos empapados, pintados de rojo y amarillo, saltando al agua. ¡No te perdías ni un partido!

¿Sabes? Cada vez que paso por la Cafetería Dublín, cerca de Plaza de España, me acuerdo de ti y de esa vez que tapeamos mientras hablábamos de esto y aquello. Recuerdo que ODIABAS Starbucks “Porque contrataron a mi amiga Paula, pero a mí no por ser tío” y renunciaste a tomarte nada allí mientras yo apuraba mi café, siempre tan consecuente. Permíteme que sonría, es que me sigue haciendo gracia.

Y llegó el día en que nos invitaste a mí y a Yago a ver una obra que se llamaba “La melancólica muerte del chico Ostra”, en tu grupo de teatro. ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! No Es Culpa Nuestra, en la Escuela de Telecomunicaciones. Recuerdo una cola tremenda, un salón de actos helado y abarrotado de gente. Mel, para todos ellos eras Mel. El niño con cabeza de melón. Me enseñaste el local del grupo, en el que ensayabais, estudiabais y matabais el tiempo entre clases a base de mus y juegos frikis. Me pareció un adorable caos desordenado del que Diógenes estaría orgulloso. Meses después llegaba el Open de Tasmania, en el que improvisabas. ¡Eras un crack de la impro! Después de eso te dije: “Dios, Pablo, yo TENGO que entrar en este grupo de teatro”. Y así me cambiaste la vida, sin saberlo. Y no sabes hasta qué punto te lo agradezco. Por cierto, sigo usando tus llaves para entrar en el local 🙂

Sí, Pablo. Telecucho. Me he convertido en la Patiño con la que siempre me chinchabas. Escribo sin parar. Trabajo escribiendo, si me apuras. Y te recuerdo tantas, pero tantas veces… Y aunque a veces es duro, yo siempre sonrío. Y así es como voy a recordarte siempre, Pablo. Con una sonrisa enorme jugando al ping pong, o patinando, o tocando la batería, o disfrutando sobre un escenario, o parando goles de tu hermano y el mío, o jugando a videojuegos, o cuchicheando en la mesa. ASÍ es como voy a recordarte SIEMPRE.

 

Dedicado a Charo (su madre), que me hizo el enorme honor de pedirme que recordase a Pablo con mis palabras en el día de hoy, y a todas las personas (familia, amigos, compañeros de teatro, de equipo, de clase…) que le recordamos y le queremos.

Y aunque muchos esperábais que eligiese Stairway to heaven (de sus amadísimos Led Zeppelin) como canción del día, la canción con la que yo le recuerdo es esta: Shiny happy people – REM

 

Ardiendo

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Arde.

Está ardiendo.

¡Qué espectáculo! El cielo está ardiendo, arde volcándose en mil colores. Se desparrama en naranja, como un melocotón maduro que dan ganas de morder. Se desmadeja en rosado, como el rubor de dos mejillas. Se desperdiga en rojo, como la boca que busca un beso robado.

Arde. Y las nubes dibujan mil olas de oro y violeta. El Sol bosteza y se va desvaneciendo, va cayendo poco a poco, como una pluma mecida por el viento. Pero antes extiende sus brazos tibios, como queriendo subrayar que aún le quedan unos minutos de gloria. Que a su reinado le faltan aún unos segundos de calor efímero y de luz multicolor.

El cielo está ardiendo, ¡ven a verlo! Que sus rayos son como una hoguera de San Juan. Esa hoguera que invita a que ardan las penas de hoy. Que mañana es un nuevo día. Que mañana podemos volver a intentarlo. Que mañana podemos sonreír, porque estamos vivos, porque podemos volver a empezar.

Pero, mira, ahora arde. Se extinguen lentamente las llamas que hace poco nos deslumbraban. Y la Luna majestuosa gatea despacio cubriendo la ciudad con un manto inmenso de estrellas…

*Dedicado a esas personas que dicen que todos los atardeceres son iguales. Y a todas esas que se emboban cada día al contemplarlos.

Para cenar hoy: crema de espinacas y croquetas (¡gracias Mamá! Qué bien se come en mi casa…)

Frase del día: «El mundo es redondo y cualquier lugar que podría parecer el fin, puede ser el principio»- IVY BAKER PRIEST.

Canción del día:  Mad Sounds – Arctic Monkeys